lunes, 27 de febrero de 2017

Panorama Desde El Puente, Sopor Con Vistas Al Hudson

Este mes era para mi el mes Arthur Miller, la semana pasada Las brujas de Salem en el Valle Inclán, y esta semana Panorama desde el puente en los Teatros del Canal. Me resultaba muy interesante esta función ya que no la veía sobre las tablas desde la versión protagonizada por Helio Pedregal allá por el año 2000. Recuerdo que me gustó aquella producción, aunque no soy capaz de visualizarla, así que el tema nostálgico era un componente mas a la hora de animarme con esta producción. A ello hay que añadir que el texto me resulta muy interesante, y que es una de esas funciones que cuando "se dan bien" pueden llegar a lo memorable. No quise leer nada sobre el montaje que esta crítica ocupa, ya que las pocas referencias que me llegaron no eran buenas, y no me gusta ir condicionado al teatro, ya que prefiero sacar mis propias conclusiones cuando veo el espectáculo. Por desgracia, lo poco que me llegó era acertadísimo, y la velada de ayer, amén de decepcionante, me pareció irritante, ya que los problemas que presenta esta producción, como luego os iré contando, son graves y muy de bulto. La verdad es que después de las intensas Brujas de Salem del domingo anterior, iba esperando mucho mas de lo que recibí, sin duda un fallo por mi parte ya que se me agrió la velada a medida que iba avanzando (por decir algo) el espectáculo.



Panorama desde el puente, se estrenó en 1955, y constituye una de las cumbres del realismo estadounidense, y uno de los títulos mas afamados del repertorio americano. Miller nos descubre el "panorama que se vislumbra" desde el Puente de Brooklin, en el que un drama cotidiano entre inmigrantes italianos, legales e ilegales, es el catalizador para explicarnos la realidad que a Miller le interesa que sepamos, todo ello desde la perspectiva de la crítica social. Miller se sirve de un lenguaje duro y directo, propio de las clases bajas, y que define muy bien a unos personajes perfilados de forma magistral en el texto. Panorama desde el puente, es de esas funciones en las que se dicen muchas cosas sin que nada se diga, ya que los simbolismos están marcadísimos, y todo lo que ocurre en escena ocurre por algo, y nos va dando pistas a los espectadores de lo que va a ir ocurriendo a medida que la función se va desarrollando. Panorama es una obra difícil de interpretar, donde el subtexto es mas importante que el texto, y en el que un trabajo interiorizado por parte de los actores es importantísimo para que funcione, la tensión está a flor de piel en muchas escenas, aunque no se muestre en la palabra. Plasmar eso con toda la grandeza con la que Miller concibió su texto es sin duda la prueba mas dura a la hora de abordarla.



Vayamos con el elenco, francamente irregular, para ser sinceros.

Pep Ambròs. como Marco.
Correcto, en un papel poco lucido, pero que Ambròs lleva a cabo sin problemas, dando la entidad justa, a un personaje que realmente desencadena el drama pero hasta ese momento parece que no tiene mucho que decir. Me resulto muy convincente en los momentos en los que saca el carácter a relucir, especialmente en el último cuarto de la función.

Bernat Quintana, como Rodolfo.
Muy flojo, con serios problemas en varios ámbitos. El primero y mas notorio el poco calado de todo lo que dice, donde sus frases parecen soltadas de paso, y en el que el texto dice una cosa, y el actor reacciona de otra manera totalmente diferente. No encontré ninguna implicación, y el propio Quintana no parece creerse en ningún momento lo que está diciendo. Especialmente deslucida fue la bonita escena que tiene con Catherine, que pasa completamente sin pena ni gloria. Falta carisma, entidad actoral, y sobre todo verdad. No se pueden soltar frases sin que detrás haya absolutamente nada, no es suficiente con la potencia del texto, aunque de Miller hablemos, es necesario que el actor transmita las emociones por las que su personaje va pasando, y en esta producción, Rodolfo ni está ni se le espera. A medida que la función va a avanzando y se va complicando el conflicto, Quintana se va alejando mas y mas del espectáculo, llegando a ser una sombra que no nos cuenta nada, ni parece sentir nada de lo que ocurre. 

Marina Sala, como Katherine.
También con problemas, pero en este caso de otra índole. El primero el enfoque del personaje, supongo que en este caso no es culpa suya, excesivamente sensual, y vulgar, que va continuamente a la contra con lo que está diciendo. Tiene ciertas dificultades a la hora de imprimir carácter al rol cayendo en el sempiterno error de gritar cuando se pretende dar intensidad a las frases, estando en muchos casos injustificado, y sin el recorrido necesario para llegar a la emoción. Creo que está francamente mal dirigida, ya que me dio la sensación que se podría sacar mucho mas partido de ella, siempre y cuando partimos de la base, que dado el planteamiento de Katherine en el texto, Sala se me antoja completamente inadecuada para el papel, algo que sin duda tampoco es culpa suya. Sus primeras escenas con Eddie, son un completo despropósito, en el que el vínculo con su tío está completamente equivocado, y se da un mensaje erróneo al que Miller quiso plantear. En general la encontré un tanto perdida, y sin unas acciones claras que la ayuden a llevar a cabo su difícil papel.

Mercé Pons, como Beatrice.
Correctísima, y la que mas está en su lugar desde su primera escena. Con un trabajo mas interiorizado, sosegado y en definitiva mas creíble que el del resto del elenco. Tuvo momentos muy interesantes, en la escena previa a la boda, y en la discusión con Eddie, donde demostró que si hay entidad y profundidad las cosas funcionan. Con mucha seguridad, perfecta de tono, y una pulcritud encomiable, sale airosa de un difícil papel que vive mas por dentro que por fuera, y así nos lo demuestra sin necesidad de impostación alguna. Si hay algo que valoro es la honestidad en escena, Pons la tiene a raudales, y parece que está en otra función, mas atinada a todos los niveles, que la que ayer presencié.

Francesc Albiol, como Alfieri. 
Muy impostado en líneas generales, y excesivamente socarrón, algo que me dio mucha pena ya que es uno de los pocos personajes que en la función tiene ciertas licencias al lirismo, y cuyo papel de narrador de la tragedia, se merecía mas peso en la obra, y una visión mas cuidada del personaje. Está correcto pero nos chirría entre otras cosas por un extraño tono nasal que imprime a su personaje que no nos deja tomárnoslo del todo en serio, y con poco peso en las escenas en las que debe mandar, como hombre de vuelta de todo y preclara mente que se supone que es.

Eduard Fernández, como Eddie.
Irregular, con momentos muy conseguidos, y otros realmente pasados de rosca. Tengo la sensación de que se le ha dejado hacer, y una interpretación de esta envergadura debe ser metida en cintura para que funcione a todos los niveles. Si bien es cierto que ese aire cínico que le imprime al personaje está muy conseguido, no se puede mantener durante toda la función a medida que se va hundiendo en el abismo. Obviemente, Fernández es todo un carácter sobre el escenario, y algunos momentos son especialmente buenos, como la escena del baile, donde se vislumbra esa tensión soterrada, pero que enseguida se torna en superficial cuando la retranca vuelve a salir con menos atisbo de amargura del que debería haber. La escena de la cama me pareció sobreactuada en grado sumo, quedándose la lectura un tanto superficial, ya que el personaje funciona dentro de una comicidad que personalmente opino que lastra el acabado de la función alejándose del espíritu de la misma.



Vayamos con la propuesta escénica.
Georges Levaudant firma la producción, con grandes problemas a todos los niveles. El primero la dirección actoral, descuidadísima en líneas generales, fallando estrepitosamente en detalles facilmente solventables que hubiese ayudado a los actores en sus composiciones actorales. No hay moviemientos escénicos, ni acciones claras, y toda la función adolece de una estatismo exasperante, y que resulta ciertamente rancio en el planteamiento tanto a nivel visual como actoral. Durante la primera hora de función no ocurre literalmente nada sobre el escenario, a no ser actores que hablan y hablan, se sientan y se levantan, y dirigen los parlamentos con nula organicidad escénica. A todo esto hay que añadir la mas que discutible visión de la obra por parte de Levaudant, que parece empecinado en justificar continuamente a Eddie, eximiendo de toda culpa a uno de los antihéroes por antonomasia de todo el repertorio teatral, las bajas pasiones que mueven al protagonista quedan completamente desdibujadas, siendo parte fundamental en el desarrollo del personaje, y en la esencia del texto, ya que Miller quiso que fuese muy patente la mezquindad de Eddie, y sin embargo, aquí el efecto conseguido es completamente el opuesto. La obra tiene serios problemas de ritmo, resultando premiosa en algunos momentos, debido precisamente a las carencias que acabo de comentar, y en la que la ausencia de elementos escénicos, es un lastre importante para el trabajo actoral, ya que los actores no se pueden apoyar absolutamente en nada que no sea la palabra. A nivel estético tampoco funciona la cosa, con una propuesta muy poco inspirada, y de escaso interés, no se nos cuenta nada que no se nos haya contado antes, y además con unas mutaciones ciertamente desafortunadas que no hacen otra cosa mas que sacarnos del espectáculo, y dar sensación de cierta pobreza escénica. Todo está desangelado, todo es frío, y si con eso se nos quisiera decir algo, compraría la apuesta, el problema estriba en que detrás de todo eso no encontré absolutamente nada. En general le falta alma a la función por los cuatro costados, siendo el resultado desabrido y soporífero a partes iguales, y profundamente decepcionante.




En resumen, una propuesta decepcionante, donde ante todo priman los fallos de dirección, y de elección de actores, y lo que es mas imperdonable, la descafeinada versión de una de las tragedias americanas mas duras jamás escritas.




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miércoles, 22 de febrero de 2017

Las Brujas De Salem, El Negro Crisol Del Fanatismo

Hay textos que se me antojan imprescindibles para la formación de cualquier persona. Las brujas de Salem de Arthur Miller que se está representando en el Teatro Valle Inclán, es para mi uno de ellos. Adoro a Arthur Miller, es uno de mis dramaturgos estadounidenses de cabecera junto con Tennessee Williams y Eugene O´Neill. Ver un texto de Arthur Miller siempre es sinónimo de emociones fuertes, y un sentido de nuestra sociedad descorazonador y extremadamente realista. Los conflictos de las obras de Miller siempre son poderosísimos y se mantienen incólumes sin perder ni una pizca de su fuerza. Cuando salió la programación del CDN de esta temporada Las brujas de Salem eran para mi el título mas importante, y uno de los que mas deseaba ver en directo, ya que nunca se me había logrado y desde mis tiempos de estudiante de interpretación que es un título que forma parte de mi mitología particular. Me saqué las entradas con mas de un mes de antelación, fila tres para no perder ripio y el pasado día 19 con ganas de disfrutar me acerqué al teatro un poco sobrecogido, ya que conociendo el material de base sabía que me iba a dejar arrastrar por la prosa de Miller sin remisión. Con esto quiero decir que para mi, ver Las brujas de Salem no era ver una función mas de teatro, era un acontecimiento importante y muy deseado. Me dejé arrastrar, me emocioné y se me saltaron las lágrimas, no se si por lo ocurrido en el escenario o porque me pilló blandito, pero para mi fue una experiencia muy intensa que quizás esté mas allá de lo meramente teatral para entrar en lo personal.



Las brujas de Salem se escribió en 1952 y se estrenó en Broadway en 1953. El texto de Miller no se puede separar del período de la historia estadounidense conocido como "la caza de brujas" y que cuando se estrenó la función de teatro se encontraba en pleno apogeo. La caza de brujas consistió en la persecución de cualquier persona sospechosa de ser comunista, llegando a convertirse en una triste época donde las listas negras, las delaciones y el miedo eran pan de cada día, resultando de ello uno de los períodos mas oscuros de la historia de Estados Unidos. El propio Miller fue represaliado por no dar nombres en la comisión investigadora a la que se vio sometido debido a la acusación de simpatizante comunista por parte de Elia Kazan. Miller se acogió a la Quinta Enmienda y como consecuencia se le retiró el pasaporte y aún y con esas Miller no cedió a las presiones, y jamás delató a nadie.
Nuestro autor se sirvió de un oscuro hecho histórico ocurrido en Salem para plasmar la irrespirable atmósfera que se estaba viviendo en aquellos tiempos en su país donde cualquiera se podría ver bajo sospecha, por motivos en muchos casos ajenos a la ideología del encausado, ya que las rencillas y los intereses muchas veces fueron el catalizador de las denuncias. Los hechos que Miller narra, con ciertas licencias literarias, se refieren a los jucicios de Salem que transcurrieron en 1692. Como consecuencia de dichos juicios 19 personas fueron ejecutadas por brujos, y mas de 200 encausados, para finalmente demostrarse que todo había sido un invento de unas adolescentes que llevaron la paranoia y el miedo a unos límites tan terribles que la historia trascendió practicamente a nivel mundial. Nadie estaba libre de acusación en Salem, un conflicto de tierras o una palabra mal dicha hacia las niñas conllevaba una acusación con alta probabilidad de cárcel o pena capital. El cerrado entorno de Salem con la secta de Los Puritanos como habitantes principales de la comarca, las complicadas relaciones personales de los habitantes del pueblo, y la represora moral de dicha secta, fueron el caldo de cultivo perfecto para que estallara un terrible episodio de tan nefastas consecuencias.
Miller escribió una intensa obra de conflictos universales y que plantea no pocas dudas en el espectador sobre la verdad, la inocencia, la libertad, la integridad moral, la histeria colectiva, y el honor. Para ello Miller se sirve de un lenguaje directo, poco dado al lirismo, y un clarísimo mensaje en el que las frases pronunciadas por los protagonistas de la obra se convierten en declaraciones de principios y practicamente verdades absolutas. A todo esto hay que añadir un historia tramada con total maestría, cuyo absorbente argumento subyuga al mas pintado, y en el que la angustia, y el suspense se encuentran muy presentes.



La versión que se está llevando a cabo en el Valle Inclán viene firmada en su faceta teatral por Eduardo Mendoza y en la literaria por José López Muñoz, ¿? No me queda muy claro en que consiste el papel de cada uno para ser sinceros. El texto es bastante fiel al original, aunque se le han añadido una serie de escenas, que no aportan absolutamente nada y que me resultaron chirriantes en grado sumo, en la que se nos explica al respetable lo que fueron los juicios de Salem, como si no quedara suficientemente explicado en la obra, y los paralelismos con el período McCarthy y la declaración de Miller. Lo innecesario de estos añadidos entronca con algo que me suele molestar, y es el afán de "culturizar" al respetable, como si no fueran los suficientemente inteligentes para entender lo que están viendo. El texto funciona perfectamente cuando se plantea lo que Miller escribió y los añadidos lastran el resultado final, no de forma estrepitosa, pero si innecesaria.




Vayamos con el elenco, un tanto irregular, pero cumplidor en su mayoría. Dada la extensión del mismo iré a los personajes principales.

José Hervás, como Giles Corey, absolutamente magnífico en una creación cargada de bonhomía y ternura, que no pasa desapercibida. Corey es uno de los personajes mas agradecidos de la función, y Hervás lo aprovecha hasta las últimas consecuencias.

Anna Moliner, como Mary Warren, fue una de las actrices que mas me gustó del elenco. Su personaje es ciertamente difícil, dando vida a una chica bastante débil de mente y muy influenciable, que todo el rato está al borde del ataque de nervios. El trabajo de Moliner es destacable por la dura entrega emocional que conlleva, y lo creíble del mismo, algo que en un personaje tan extremado no es fácil de conseguir. Su frágil físico viene de perlas para la inestable Mary, así como una acertada composición corporal marcada por los continuos tics con las manos, y la  particular forma de moverse que Moliner imprime a su personaje y que redondean a la perfección un trabajo de gran dramatismo e inteligencia.

Nausicaa Bonnin, como Abigail Williams. El personaje de Bonnin es uno de los mas recordados de la función, y en esta producción se la ha dotado de muchísimo carácter, y una interpretación un tanto animalesca que nuestra actriz aborda desde la bravura y la entrega. Abigail es una gran manipuladora que nos llega a resultar cada vez mas odiosa a medida que va avanzando la función. Para que la evolución del personaje sea creíble Nausicaa Bonnin va justificando su cada vez mas desquiciada venganza de forma creciente e inexorable desde un punto de vista hermético inquietante y acertadamente agresivo, consiguiendo en el espectador el efecto deseado.

Albert Prat, como el Reverendo Parrish. Basante desafortunado por varios problemas. El papel no le va nada ya que es demasiado joven, esto podría no importar si el calado de la interpretación estuviera por encima de ello, pero Prat no llega ya que no convence en sus intervenciones, con los textos dichos de forma excesivamente superficial, y con ausencia de verdad en casi todas sus intervenciones. Me faltó peso escénico ya que Parrish en esta producción pasa desapercibido como una sombra que pulula por el proceso, sin tener mucho que decir.

Nora Novas, como Elisabeth Proctor, sin duda la fémina del elenco con mas entidad a todos los niveles. Novas sirvió una interpretación cargada de empaque, contenida y de mucha fuerza, en la que la templada esposa de John Proctor se nos antoja como uno de los grandes papeles de la función. Para lograr esto Nora Novas sin necesidad de aspavientos de ningún tipo y desde una elegante sobriedad consigue conmovernos profundamente en su última escena de su marido, y a su vez electrizarnos en su primera y difícil escena.

Carles Martínez, como el Reverendo John Hale, correcto con peros. Su trabajo funciona mejor cuando de los momentos menos extremados se trata, ya que a veces el tono excesivo de la interpretación, da una idea equivocada del personaje, y sus arrebatos contra el diablo parecen un fingido acto de fariseísmo que no cuadra en absoluto con un hombre que cree en lo que hace y que es profundamente íntegro. Un trabajo mas sosegado hubiese funcionado sin duda mucho mejor, ya que la visión del personaje peligrosamente cercana al telepredicador le resta entidad dramática y no acaba de funcionar de la forma deseada.

Borja Espinosa, como John Proctor, tampoco acaba de redondear su trabajo debido a que los recursos de los que tira Espinosa resultan un tanto forzados, especialmente en el uso de la voz, y una estereotipada visión del hombre rudo de campo que no me acabó de convencer. Se le ha dado a John Proctor un aire muy primario que puede funcionar, pero que no fluctúa lo necesario durante el espectáculo siendo el resultado un tanto plano, y excesivamente parejo. A ello hay que añadir que para imprimir carácter a un personaje no es necesario que hable a gritos continuamente, algo que es una tónica en nuestro actor. Espinosa cumple, pero no acaba de rematar a uno de los personajes mas lucidos del texto.

Lluis Homar, como el Gobernador Danforth. Magnífico tanto en tono físico como en entidad actoral. Homar sirve de narrador además de su personaje principal, siendo en Danforth como realmente se luce a todos los niveles. Templadísimo y de apabullante presencia, su trabajo estuvo marcado por los matices a todos los niveles, el control del texto y una forma de mandar en el escenario prodigiosa. Danforth corta el bacalao desde que sale y Homar lo sabe, llevándolo al extremo con mano firme y marcadísima personalidad. Decir que LLuis Homar es un gran actor no es descubrir la pólvora, pero no queda mas remedio que volver a plantearlo.





Vayamos ahora con la propuesta escénica:
Andrés Lima firma la producción dentro de unos parámetros  menos vanguardistas a los que nos tiene acostumbrado el reputado director. Si bien es cierto que los actores han sido dirigidos en el gesto grande, y en un código una tanto excesivo, el espectáculo llega de forma muy intensa, con momentos de gran altura en lo dramático y unas cotas de tensión muy bien dosificadas, que imprimen una agilidad al espectáculo muy de agradecer, siendo el resultado fácil de ver y sin decaer en ningún momento, pasándose de forma muy rápida las casi tres horas sin descanso en las que se queda la obra. La acción se desarrolla en una conceptual escenografía de Beatriz San Juan, que los propios actores van mutando y que va derivando en iglesia a media que la teocracia y el fanatismo van triunfando en la historia. La función se ha acercado a nuestros días en la ambientación, y se mueve en una época indeterminada que uno asocia a la segunda mitad del S.XX sin estar especialmente definida, algo que sin duda es una acierto dado el carácter universal de lo que se cuenta. El espectáculo se encuentra iluminado de forma muy clara y  cálida produciéndose una inquietante dicotomía entre la negritud de los hechos que ocurren sobre las tablas en un entorno tan luminoso.



En resumen, un propuesta muy recomendable, ya que se puede llegar a disfrutar mucho, y que sin duda resulta un espectáculo de calidad, y con un mensaje mas que interesante en el que el texto de Miller sobresale por encima de algunos errores que a mi personalmente no me molestaron, y cuyo código funciona a la perfección, llegando a emocionar en muchos de sus momentos.



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lunes, 20 de febrero de 2017

Mordrake Canción De Cuna, Secreto Tras La Puerta

La diprosopia es una rara deformidad cuyo origen no está del todo identificado, y que su rasgo principal es que quienes la padecen tienen dos caras. Hay pocos casos confirmados, al menos en humanos, y uno de los mas famosos y mas misteriosos es el que tuvo lugar durante el siglo XIX cuyo protagonista fue el desdichado Edward Mordrake, heredero de unos nobles ingleses, cuyo trágico final y el aura de leyenda maldita que se forjó a su alrededor lo convirtió en un personaje de culto, con varias representaciones en la cultura popular, siendo posiblemente la serie American Horror Story la que mas trascendencia le ha dado.
Edward Mordrake  tenía un rostro normal en la parte delantera de la cabeza, tal y como todos tenemos, y otro en la parte posterior de la cabeza. De este segundo rostro se dice que aunque fuertemente atrofiado podía llorar y reír y Mordrake aseguraba que le hablaba, convirtiendo su existencia en tortura continua que finalizó con un terrible suceso, ya que nuestro protagonista se suicidó a los 23 años colgándose del balcón de su apartamento, según dicen por culpa de los susurros (que solo oía el) de la faz que se encontraba cercana a su nuca.
La realidad es que no sabemos si Mordrake amén de su deformidad era un hombre con una grave enfermedad mental producida por la propia diprosopia, o realmente decía la verdad y su segunda cara le hizo la vida tan insoportable que decidió acabar sus atormentados días de una forma tan tremenda y temprana. La realidad de este asunto se la llevó Mordrake a la tumba, pero el aire de mito, entre terrorífico y trágico ha llegado hasta nuestro días, posiblemente magnificado al antojo de los cronistas que han ido modificando la historia hasta nuestros días, llegando convenientemente cambiada y con la truculencia que caracteriza a estos asuntos.
La historia de Mordrake ha dado lugar a una obra de teatro de pequeño formato, que se estrenó en La Pensión De Las Pulgas, y que ahora ha vuelto a la Sala Nada, para mi felicidad, ya que me resultaba muy intrigante ver por donde respiraba esta función cuya trágica historia daría hasta para la composición de una ópera, y que el pasado sábado tuve ocasión de ver.



Mordrake, Canción de Cuna escrito por Ana De Nevado, podríamos definirlo como un cuento gótico de tintes dramáticos con unas dosificadas gotas de humor negro muy bien integradas en el texto. De Nevado logra un texto de gran equilibrio a todos los niveles, muy influenciado por la literatura inglesa de la época en la que se desarrolla la acción aunado con la sombra de Henry James en su vertiente mas psicológica, y una atmósfera que recuerda un poco a Poe especialmente en la estructura.
Ana De Nevado, ofrece una función en la que la intriga está muy bien planteada, y en el que el hecho de que no veamos a Mordrake hasta bien avanzada la obra nos da las justas cotas de ansiedad que se necesita en estos casos. No nos encontramos ante una obra de terror, sino ante un drama mayúsculo en el que se plantea de forma bastante cruda la relaciones familiares enfermizas, las diferencias sociales y los  viciados microcosmos que tantas veces pululan en nuestra realidad cotidiana. Esa madre con un marcado Complejo de Agripina, castradora y sobreprotectora es sin duda la protagonista de la función, y es la historia que con gran tino se nos quiere contar en este texto de gran potencia en su exposición, perfecta estructura dramática y elegante planteamiento literario. Nos encontramos ante una sólida muestra de teatro bien escrito y con un armazón primorosamente estructurado cuya dramaturgia sin fisuras me ha sorprendido muy gratamente, y me ha descubierto a una dramaturga de gran conocimiento de la "carpintería teatral" y con grandes posibilidades no solo en el circuito "off" sino también en teatros de mas alcance, dada la estupenda combinación de buen teatro de entretenimiento con la suficiente entidad como para no quedarse en un mero pasatiempo con poco calado.



La función está interpretada por un equilibrado elenco de cuatro actores que dan lo mejor de si mismos para rematar un texto difícil y extenso, que requiere de buen pulso actoral para que llegue a buen puerto.

Elena Rey como Alice, sirvió una estupenda interpretación en la que primaron la sensibilidad y la sensualidad. Rey da vida a una prostituta de gran personalidad, que sirve de catalizador para el desarrollo de la historia. En un claro código de dama joven que diría un antiguo, su voz grave unida a su frágil presencia escénica  se adecúan perfectamente a su personaje, recreando la dualidad del carácter de Alice, dura y delicada a la vez. Elena Rey ofreció momentos muy logrados en su primera escena con Karlos Aurrekoetxea, y en todas las escenas con Mordrake donde la sensibilidad de su personaje queda muy patente siendo su trabajo muy apreciable de principio a fin

 Guillermo Llansó como Mordrake ofrece una convincente visión de un difícil rol que podría quedarse en una mera caricatura, pero que nuestro actor dota de las suficiente dosis de verdad y credibilidad como para que llegue a conmovernos. La soledad del monstruo está muy presente en el texto y Llansó transmite de forma correcta esa soledad unida a la tortuosa personalidad de Mordrake, cuyo recorrido en la función es uno de los mas interesantes del texto, y que nuestro actor define sin problemas siendo el planteamiento cristalino, logrando que Mordrake sea una figura que pulula entre la sensibilidad extrema y el patetismo consiguiendo, que nos identifiquemos con su desgracia.

Karlos Aurrekoetxea como Wilmer, está magnífico, pura contención y retranca, pero siempre con un punto que nos dice que su personaje está a punto de estallar (como así ocurre, en un breve e impactante  momento). Aurrekoetxea parte de un trabajo muy conseguido en lo corporal para completarlo en la parte emocional, protótipo de inglés frío y lacónico, pero cuya vida interior es mucho mas rica que la exterior, solo hay que rascar un poco para ver que ahí está todo lo que Wilmer quiere decir, y que Aurrekoetxea sirve con maestría y una sutilidad pasmosa. Nada sobra y nada falta en un trabajo medido hasta lo indecible, donde no hay ni un solo gesto gratuito, inflexión de voz que no esté estudiada o pérdida de control que no esté controlada. Aurrekoetxea sirve un trabajo impecable que llega al espectador de forma muy directa y gratificante.

Charo Gabella como Eleonor, me sorprendió muy gratamente en el personaje mas complicado a todos los niveles. Eleonor es una mujer profundamente infeliz con serios problemas para gestionar sus sentimientos, y con una visión de los principios podemos decir que peculiar. Su personaje transita por mútliples y difíciles estados de animo que Gabella lleva a cabo con medida progresión para finalmente explotar en una dura escena final que nuestra actriz lleva a cabo con una importante carga emocional y mas que encomiable entrega, que impacta por su carga dramática. Eleonor transita por la dureza y la maldad para finalmente dejar bien clara su fragilidad y este difícilísimo recorrido es llevado a cabo de forma perfecta siendo el resultado mas que apreciable y de impactante resolución.




Ana Cavilla firma la producción en un código completamente ortodoxo y con un cierto aíre de intimista drama de época , que va en consonancia total con la obra. Uno de los aciertos de la función es la forma tan bien estudiada en la que se le dosifica la información al espectador, algo que viene dado por el texto pero que Cavilla aprovecha al máximo especialmente en los elementos de suspense, donde esa puerta que parece que nunca va a abrirse funciona como exasperante barrera hacia la visión del monstruo, así como la atinada y efectiva resolución escénica (que no revelaré) mediante la cual se vislumbra a Mordrake pero no de forma satisfactoria, para alimentar la ansiedad del respetable con respecto al personaje sobre el que todo gira en el espectáculo. Sin duda el acertado espacio escénico de Elena Alexandre contribuye en el desarrollo de la idea, siendo el resultado a nivel escenográfico sencillo pero eficientemente resuelto.
La dirección de actores está muy bien definida, siendo muy apreciable, ya que no se busca un trabajo exterior, todo lo que cada personaje hace está perfectamente justificado y se entiende a la perfección, dado el claro planteamiento actoral, de unos personajes cuyos objetivos Cavilla perfila sin problema, y así lo transmiten sus actores.
La obra está dirigida de forma muy dinámica ya que las características de la Sala Nada se encuentran muy bien aprovechadas sintiéndose el espectador muy integrado en la acción, algo que en el teatro de intriga es muy importante para lograr las atmósferas deseadas.
Los tiempos de la función están muy bien medidos, pretendidamente parsimoniosos para acrecentar el suspense y que van cogiendo pulso a medida que el drama se va desencadenando para finalizar la función en un conseguido clímax muy logrado a todos los niveles.




En resumen, una propuesta interesante, que cuenta una historia poco conocida y que no deja de suscitar cierto morbo dadas las macabras características que la rodean. Obviamente estamos ante una obra de ficción, en la que un personaje real sirve como elemento central para contarnos todo aquello que se nos quiere contar, que nadie se espere un tratado de historia, avisados estáis. Mordrake es una función de suspense que nos habla de temas que van mas allá de las connotaciones terroríficas del asunto, y que lo hace desde un prisma interesante, entretenido y de gran solidez en su acabado formal. Pequeño-Gran Teatro sin ninguna duda recomendable y que estoy seguro de que no os defraudará.








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lunes, 13 de febrero de 2017

Hamlet, Anoche Soñé Que Había Vuelto a Elsinor

Me resultó imposible ver el Hamlet de Miguel Del Arco cuando se hizo en la CNTC, ya que las entradas volaron, y como por suerte Kamikaze se ha hecho con el Pavón y se ha repuesto, obviamente se me antojaba imprescindible ver ésta producción que me llamaba muchísimo la atención. Hamlet es uno de mis títulos shakesperianos favoritos, por motivos literarios y sentimentales, ya que fue el primer título de el Bardo que vi en directo, cuando era casi un adolescente, y que me parece que entraña una filosofía tan profunda, que no tiene desperdicio en cuanto a inteligencia en su planteamiento y conocimiento de la esencia del ser humano. Escuchar los versos de Shakespeare son un placer inigualable, y si se dicen bien, la sensación sin duda alguna puede llegar a ser profundamente catártica. La fuerza de los textos de nuestro autor, llega al espectador contemporáneo sin el mas mínimo problema, ya que si algo supo hacer Shakespeare fue aunar mensaje profundo con un gran sentido de la teatralidad, donde unas tramas realmente absorventes, y tremendamente interesantes, sirven de catalizador para que el escritor inglés contase lo que que quería contar de forma agradable, y en algunos casos de forma arrebatadoramente divertida, tal y como en Ricardo III ocurre. http://yovoyalteatro.blogspot.com.es/2016/12/ricardo-iii-toma-el-caballo-y-corre.html Después de una semana literalmente agotadora, el pasado sábado me acerqué al Pavón, con ganas de emociones intensas, traiciones palaciegas, y ver si el olor a podrido de Dinamarca se trasladaba al patio de butacas. El olor no lo encontré por ninguna parte ya que la famosa frase que precede al rosario de muertes por el cual Hamlet es famoso, de forma incompresible se ha cortado, pero si es cierto que cortes aparte, la función la disfruté muchísimo de principio a fin, siendo el resultado muy satisfactorio.



La Tragedia de Hamlet, Príncipe de Dinamarca, se escribió entre 1599 y 1601, hay dudas sobre la fecha exacta, y es sin duda la obra mas famosa de Shakespeare, y el monólogo "Ser o no ser" trasciende mas allá de lo meramente teatral y literario, formando parte de la cultura popular, y siendo posiblemente el fragmento teatral mas conocido de todos. Varias son las fuentes de las que bebió Shakespeare para contar los avatares que acontecen en la Corte de Elsinor con tan graves consecuencias para sus protagonistas. Desde Arabia hasta España pasando por Bizancio, lo que se nos cuenta en Hamlet ya fue narrado de forma mas o menos parecida en múltiples leyendas. La retórica utilizada de una forma tan brillante, la complejidad de la psicología de su personaje principal, así como las dudas (nunca mejor dicho) que plantea en el respetable, ya han sido analizadas desde tantos prismas, que no me voy a poner ahora a descubrir la pólvora. Hamlet con sus dudas existenciales, que en algún momento tan caras paga, la grandeza del mensaje que destila, y la tremenda humanidad, para bien y para mal, de sus personajes, conmueven y epatan de la misma forma que lo hicieron hace 400 años, porque la psique de nuestra especie, se mantiene exactamente igual ahora que entonces, y los conflictos por los que nuestro héroe transita están en total vigencia hoy en día sin que se pierda un ápice de frescura. El lenguaje elevado pero asequible de la obra, la carga filosófica que entraña, y la mas que bien hilada trama son las principales virtudes que destacan a este Hamlet, que ya fue muy alabado en los tiempos de su autor.
La versión que esta crítica ocupa, viene firmada por el propio Miguel del Arco, encargado a su vez de la propuesta escénica. Si bien es cierto que el texto está sensiblemente recortado, y que la famosa frase "algo huele a podrido en Dinamarca" ha sido eliminada, en líneas generales funciona, y no se ha esquematizado tanto como ultimamente parece ser que está de moda, resultando la versión coherente, comprensible, y muy dinámica. Hay ciertas actualizaciones en el lenguaje que no acabaron de convencerme, y que curiosamente en vez de acercar a sus personajes los alejan, ya que no resulta fácil entrar en el juego, aunque la visión de los personajes sea contemporánea nos cuesta que el lirismo shakesperiano se rompa con modismos actuales o coloquiales anglicismos que empañan un poco el tratamiento del texto.



Vayamos con el elenco:
José Luis Martínez, correctísimo como Polonio. Martínez brega a la perfección con un personaje difícil, y al que su insoportable verborrea  le convierte en ciertamente antipático para el respetable. Martínez trufa a su personaje de las suficientes dotes de cinismo y servil pedantería, como para que nos creamos a su Polonio, y que no se quede en un mero pesado que habla y habla sin parar. Entendemos perfectamente su forma de actuar y sus motivaciones, algo muy de agradecer en un personaje que muchas veces no se cuida lo suficiente.

Cristóbal Suárez, como Laertes, no termina de redondear su actuación, ya que algunos recursos resultan insuficientes, en los momentos mas comprometidos del personaje. Laertes es un hueso duro de roer especialmente cuando regresa a la corte y se encuentra todo el pastel con su padre muerto y su hermana demente, el recorrido que tiene que hacer el personaje es muy complicado, y  debe ser resuelto de forma rápida y creíble. Suárez no convence y no acaba de llegar a la emoción desde la verdad, algo que resiente su interpretación, muy bien resuelta en lo físico, y que tiene su momento álgido en el duelo final con Hamlet de brillante planteamiento a todos los niveles.

Ana Wagener, como Gertrudis, se encuentra magnífica en una medida creación que va de menos a mas, tal y como el personaje requiere, y que llega al paroxismo en un crudo momento de anagnórisis en la famosa escena con su hijo. Pretendidamente vulgar, y alejada de las visión habitual que de la reina de Dinamarca se suele dar en Hamlet, Wagener demuestra una vez mas su altura como actriz, sacando lo mejor de si misma incluso cuando no dice nada. Tener una Gertrudis de su nivel es todo un lujo que parece no estar del todo aprovechado en el montaje, pero que Wagener por encima del bien y del mal, consigue convertir a su reina en una filigrana en la que se aúna ligereza, profundidad y cierta retranca, con solidez y una enjundia actoral cargada de empaque físico y escénico. Soy muy de Wagener lo reconzco, me parece una soberbia actriz que nunca defrauda, y en este caso no podía ser menos.

Daniel Freire como Claudio, irregular. Varios problemas nos encontramos a la hora de enfocar su interpretación, el primero la excesivamente estereotipada visión del villano, que en algunos momentos peca de histriónica, resintiéndose el resultado final que encontré algo superficial, así como un extraño juego con su acento en el que no llegamos a saber si es que pierde el papel o que ha sido marcado así. Si el actor es argentino como en este caso se trata, se debe afrontar sin complejos, y si la propuesta es que dependiendo del personaje que el actor representa se mantiene o no el acento, debe ser así durante toda la función, por tanto si la apuesta es que Claudio no tiene acento, no lo debe perder en sus intervenciones. Freire no me llegó y me pareció que no dota de suficiente peso a su personaje, desdibujándose en exceso a medida que avanza la función.

Ángela Cremonte, como Ofelia. Mayúscula a todos los niveles. Desde el acierto total de la visión de su personaje que se da en la función, y que sin duda es mérito de Miguel del Arco, hasta la solidez con la que Cremonte aborda su personaje, dotándolo de carácter e inteligencia, algo que otras veces en Ofelia brilla por su ausencia. De gran capacidad dramática, sirvió un soberbia escena de la locura, muy difícil de defender, y que en una actriz de menos solvencia podría caer en lo ridículo, con Cremonte se convierte en un ejercicio de sabiduría escénica y emocional que llega sin el menor problema al respetable entrando automaticamente en el código de la escena. La Ofelia que Ángela Cremonte plantea es sensual y sensible y sobre todo rezuma el amor de nuestra actriz por su personaje, así se aprecia, y así se debe agradecer en una creación mas que estimable, y de gran porte a todos los niveles.

Israel Elejalde como Hamlet. ¡IM-PRE-SIO-NAN-TE señores! alejado de cualquier afectación y con una etérea composición física del personaje que cuadra perfectamente con la visión del mismo, siendo el conjunto de su trabajo fascinante a todos los niveles. Elejalde mide cada palabra y cada intención de forma prodigiosa, en una fastuoso trabajo del texto en el que nada está de mas ni de menos. No hay un exabrupto gratuito ni un solo recurso que busque los fuegos de artificio de forma efectista. Todo está justificado y todo tiene un perfecto recorrido, especialmente en los monólogos de tan complicada ejecución y que en manos de nuestro actor adquieren una profundidad y una claridad en la exposición realmente encomiables. Entendemos a Hamlet, incluso en la discutida escena en la que no mata a Claudio aunque lo tenga a la altura de la mano. El profundo estudio psicológico de Hamlet que Israel Elejalde lleva a cabo apabulla, y lo hace por la inteligencia con la que está llevado a cabo, la honestidad que se desprende de su trabajo, y la aparente sencillez de lo que hace, que se convierte en enormidad cuando se va viendo el calado tan profundo e interiorizado de lo que nos cuenta y como nos lo cuenta.




Vayamos ahora con la propuesta escénica:
Miguel del Arco firma el espectáculo, y lo hace con su personal estilo, siendo en líneas generales un cúmulo de aciertos. Visualmente nos encontramos con una función muy elegante, sobria, y con una propuesta estética mas que interesante, donde las proyecciones dotan de gran dinamismo a las acciones escénicas, y de una gran carga lírica en algunos momentos. Pretendidamente atemporal, y con una premisa un tanto diferente pero válida. Hamlet o su espectro, ya que las primeras palabras que dice nuestro protagonista son "estoy muerto" recuerda o sueña los acontecimientos acontecidos en Elsinor. Esta justificación se encuentra bien integrada en el texto y si bien es cierto no está del todo desarrollada no  molesta y se entiende, como apuesta me parece válida, y consecuente hasta el final de la función, donde la premisa inicial se cierra con absoluta lógica teatral.
Del Arco presenta un Hamlet oscurantista y de enrarecidas atmósferas que acentúan a la perfección los tejemanejes de la corte, y como se va fraguando la tragedia a medida que se van precipitando los acontecimientos, sin prisa pero sin pausa.
La dirección actoral en líneas generales es bastante efectiva, y se apuesta por la naturalidad y el primoroso estudio del texto en todas sus facetas, siendo esto último primordial a la hora de darle a la producción esa fluidez que la caracteriza, y que equilibra a la perfección los momentos mas dramáticos con los mas ligeros. Este Hamlet está trufado de instantes con mucha magia teatral, desde el poético momento en el que Ofelia cuando se rememora la carta de su amado lo ve entre cortinas iluminado magistralmente por Juanjo Llorens, hasta el interesante juego en el que los reyes de Dinamarca se "esfuman" de su trono para representar la obra que están viendo. Nos encontramos ante una propuesta muy bien pensada, con unas transiciones impolutas, y en algunos casos de gran belleza y una apuesta clara por romper ciertos clichés asociados a Hamlet de forma acertada y respetuosa. Solo pondría dos peros, la escena de los enterradores de poca y mal enfocada comicidad, y que la función no acaba de conmover hasta el punto que Hamlet debiera hacerlo, ya que el tono en general es frío, algo que se me antoja pretendido, dado el enfoque del mismo, oscurantista y un tanto distanciado.



En resumen, una propuesta altamente recomendable, de una calidad indudable, y que merece ser vista, máxime cuando se nos brinda una segunda oportunidad de hacerlo a los que nos la perdimos en su estreno. Hablamos de teatro a un nivel de excelencia superlativo, y que resulta muy interesante desde todo prisma.




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lunes, 6 de febrero de 2017

Lo Tuyo y Lo Mío, A 75 Revoluciones Por 75 Minutos

Lo tuyo y lo mío, es el musical de pequeño formato que se está representando en estos momentos en el Nuevo Teatro Alcalá, y que es un viejo conocido de los aficionados madrileños al el género. Esta función lleva varias temporadas por nuestra cartelera, siempre con gran éxito, pero se me escapó las otras veces que estuvo en cartel. La premisa del espectáculo, así como la buena prensa que acarreaba era mas que suficiente como para que pusiera los ojos en esta producción. Por suerte han vuelto y esta vez si que pude asistir el pasado sábado a disfrutar en directo de esta novedosa propuesta, que si bien es cierto conocía, me negué a ver ningún adelanto de la misma, ya que en este caso el efecto sorpresa se me hacía muy atractivo dado el enfoque del espectáculo. La cosa pintaba bien, y me acerqué a la sala pequeña del Nuevo Alcalá con muy buen ánimo y dispuesto sobre todo a pasármelo bien. No salí en absoluto decepcionado dado las (muchas) virtudes del show, que amén de divertido, es ligerito ligerito, y muy fácil de ver como iré desgranando en esta crítica. 



Lo tuyo y lo mío, es un musical de creación colectiva, intuyo que de todos los artífices del espectáculo, en el que durante 75 minutos se cantan 75 canciones muy populares, y además se cuenta una historia. ¿Que se puede contar mejor con música? sin ninguna duda una historia de amor, y exactamente esto se nos narra, la historia de un chico y una chica desde que se conocen hasta que... bueno el que quiera saber como continúa la historia debe ver la función, ya que no pienso soltar prenda. La cuestión es que con una dramaturgia sencilla pero efectiva se nos cuenta sin ningún problema la historia, se entiende perfectamente, y se consigue que la historia tenga ritmo y coherencia de una forma muy atinada, y mas que justificada. Practicamente todos los estilos musicales pasan por Lo tuyo y lo mío, desde la copla, hasta el pop mas rabioso, todo ello arreglado de forma prodigiosa y pasado por el necesario tamiz musicalero, donde el estilo y los giros del género, se encuentran por toda la partitura con gran tino y elegancia, siendo el resultado musical realmente gratificante, y muy atractivo. Didac Flores es el encargado de la dirección musical, siendo el resultado mas que notable y muy a tener en cuenta.



Vayamos con el elenco:
Manuel Ramos, Mariola Peña y Oscar Morchón, ponen en pie la función. No se puede plantear el trabajo de estos tres artistas mas que en conjunto, ya que la compenetración, y la continua implicación de nuestro trío protagonista es fundamental para el desarrollo del espectáculo. Ramos da vida al chico de esta pareja vocalmente impoluto, con muchísimo gusto cantando y manejando todos los recursos sin el mas mínimo problema, convence vocalmente dada la ductilidad de su instrumento que no falla ni por arriba ni por abajo, en un trabajo vocal ciertamente difícil que parece resolver sin esfuerzo incluso en la zona mas aguda, dando todas las notas de forma redonda y brillante. Actoralmente está mas que correcto, dando vida a un personaje ambiguo y un poco cara con total convicción. Le vi muy disfrutón y controlando perfectamente los tiempos teatrales, llegando su trabajo al respetable de forma mas que directa. Mariola Peña, magnífica a todos los níveles, de voz muy bonita con gran volumen y transmitiendo mucho cantando, sirvió una estupenda función en lo musical, tocando todos los estilos con gran gracejo y mucha naturalidad. Actoralmente está absolutamente deliciosa, de muy buena presencia escénica y muy segura, pasa por todos los estados de ánimo, que no son pocos, por los que su papel fluctúa, siendo el resultado muy sólido y con mucha gracia, tiene unos apartes dirigidos al público soltados así como que no quiere la cosa que me resultaron muy divertidos y muy bien integrados en la función. Oscar Morchón ejerce de pianista, no quedándose en mero acompañante, sino siendo un personaje mas dentro de la función, sorprendente y divertido, y con unos recursos vocales estimadísimos, de largos agudos y bello timbre. Su rol no pasa en absoluto desapercibido y es crucial para el desarrollo de la trama, verle tocar el piano es un show, de gran expresividad en el gesto, y mucha comicidad en sus intervenciones. Como pianista está superior, acompañando a sus partenaires de forma perfecta, algo que dado las características del espectáculo no es nada fácil ya que no estamos hablando de un concierto sino de unas canciones apoyadas en unas acciones dramáticas, que por motivos obvios marcan el pulso del espectáculo. El resultado actoral de la función resulta completamente redondo, fluido y de altura, en un juego interpretativo a todos los niveles mas que trabajado y perfectamente ensamblado.



Joan María Segura i Bernadas firma la producción, con varias premisas como marca del espectáculo. Lo primero la claridad en la exposición, la limpieza de movimientos, y las acciones tan bien marcadas para que se entienda perfectamente lo que se quiere decir con cada tema, o con los diferentes temas que se utilizan en cada escena, trabajo harto difícil dada la ausencia de diálogos en el espectáculo y el corsé en el que la letra de las canciones ciñe a actores y espectáculo. Estamos hablando de una dirección cargada de inteligencia y muy medida a todos los niveles donde todo funciona como el mecanismo de un reloj sin que absolutamente nada nos resulte chocante, y el que la acción avanza de forma fluida y cargada de ritmo. Las transiciones resultan muy convincentes y en líneas generales el resultado es tan pulcro a nivel escénico que no puede menos que admirar.
La dirección actoral está enfocada hacia la naturalidad, partiendo de las características del actor, para que así de esta forma nada resulte forzado, y el espectáculo tenga las dosis de frescura necesaria para que no decaiga en ningún momento. Se ve a los tres componentes de elenco muy a gusto, y me da la sensación que Bernadas les ha dejado hacer a su aire para que se encuentren mas cómodos, y que la libertad del actor enriquezca las acciones escénicas.
Joan María Segura da en la diana a todos los niveles, siendo el resultado final redondo desde todo prisma, y que se nos pasa en un suspiro. El comentario generalizado a la salida es que que corto se hace el espectáculo, y eso sin duda es labor de dirección, y así se debe reconocer.



En resumen, una función altamente recomendable, muy fresca y de novedoso formato, que de forma muy honesta da justo lo que tiene. Se trata de un espectáculo de pequeño formato, pero que mantiene una elegancia visual considerable, y un cuidadísimo nivel escénico en el que no hay lugar para el mal gusto y en el que la calidad prima ante todo. ¡Estoy seguro de que no os defraudará!





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viernes, 3 de febrero de 2017

Eroski Paraíso, Historia De Lo Nuestro

Dijo John Lennon..."La Vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes" y estoy de acuerdo, pero yo añado que curiosamente, luego, recordamos lo que nos va sucediendo de forma muy vivida, y los planes los vamos olvidando (especialmente cuando no los logramos). Nuestras vidas se forman de pequeños-grandes momentos, ínfimos para los demás, y enormes para nuestra existencia, y que están plagados de bellos detalles, que en su sencillez muchas veces hacen que nuestra existencia vital tome unos derroteros muy diferentes de los que en un principio teníamos en mente.
Lo que cuento parece una obviedad, pero no viene mal recordarlo, ya que tendemos a ensalzar, en buena lógica, la trayectoria de personas eminentes, dejando a un lado las sencillas historias que posiblemente sean las que mejor nos haga conocer al ser humano en su enorme insignificancia, si en términos universales hablamos.
Esto viene al hilo de Eroski Paraíso, una propuesta que me habían recomendado muchísimo, que se está llevando a cabo en el Matadero, y en la que mi reflexión está muy patente, por no decir omnipresente por toda la función.
No tenía muy claro que era lo que iba a ver, y a veces mucho mejor así, ya que la sorpresa que me llevé fue mayúscula como iré desgranando en esta crítica, y ahora entiendo porque esta propuesta está teniendo el éxito que está teniendo. A veces lo sencillo es tan enorme en su esencia, que a todos nos llega por igual. Eroski Paraíso lo certifica con brillo y rotundidad.



Eroski Paraíso, de autoría de Chévere (compañía titular) y textos de Manuel Cortés es un compendio de testimonios, completamente reales, de los habitantes del pueblo de Muros en la Provincia de A Coruña, donde se encontraba una sala de fiestas que funcionó desde los años 70 hasta casi los 90 y que actualmente es un supermercado Eroski. Una generación completa pasó por El Paraíso, que es como se llamaba dicha sala, en sus años mozos, y por ende gloriosos. Con esta premisa se nos cuenta la historia de una chica que en un intento de volver a sus raíces está rodando una película en la que se cuenta la noche que fue concebida por sus padres. Gran parte de dicha noche transcurrió en el Paraíso, y hoy en día casualmente la madre de esta chica trabaja como pescadera en el supermercado que antes era Paraíso.
Gracias a esta sencilla y cotidiana premisa, Cortés consigue que una "historia de gente común" adquiera una profundidad realmente apabullante, donde lo que subyace es muy jugoso, y en la que se tratan temas tan importantes y de lectura universal como son el desarraigo, la opresiva atmósfera de los pueblos pequeños, las ilusiones incumplidas, el desencanto, y esta crisis eterna, que seguimos sufriendo, y que todo se lo lleva por delante.
Que nadie se piense que estamos ante un dramón desmelenado, nada mas alejado de la realidad, porque aunque lo que se cuenta es muy serio, el cómo se cuenta está plasmado con una inteligente comicidad que sorprende mucho, y una deliciosa mezcla de naturalismo y costumbrismo de gran empaque escénico, siendo el resultado del texto en líneas generales muy equilibrado, y absolutamente delicioso.




Vayamos con el elenco:

En la obra hay cinco personajes, siendo dos de ellos mudos, destacando en estos dos últimos, Ricardo Lacámara como el abuelo, senil y tierno a partes iguales, que dota de muchísima presencia a un personaje enfocado con gran inteligencia desde lo pequeño y los matices, siendo el resultado tremendamente convincente.

Cristina Iglesias, como Alex.
Iglesias está magnífica en un papel bastante complicado y que define mucho el tono del espectáculo, siendo su trabajo muy importante para el desarrollo de la función. Cristina Iglesias además de una naturalidad encomiable, tiene cierto "ángel" escénico que resulta muy atractivo. Su personaje es menos cómico que el de sus padres, pero es absolutamente necesario para dar el contrapunto en las escenas mas extremadas, siendo el trabajo a este nivel impoluto. Destaco un momento en particular, un hecho tan sencillo como puede ser comerse un Pepito de ternera, define el trabajo de nuestra actriz y a nuestro personaje. Ese Pepito lo come Alexandra con su psicología y su conflicto, no Cristina Iglesias, hasta ahí llega la milimétrica labor actoral, y que es una tónica en la función.

Miguel de Lira, como Antonio.
De Lira me pareció un torbellino de energía y de verdad interpretativa. Su tono hablado, pretendidamente  coloquial, que define a un señor que destila bonhomía a raudales y que nos resulta muy familiar, resulta acertadísimo. Antonio nos va a contar la que posiblemente sea la noche mas gloriosa de toda su vida, y para ello de Lira saca toda la artillería pesada, resultando un magnífico narrador de historias que nos dejó embelesados durante todo su relato. El gran sentido del ritmo escénico y el control absoluto del gesto grande (plenamente justificado) fueron los detalles por los que mas destaca una interpretación muy conseguida y de arrolladora comicidad.

Patricia de Lorenzo, como Eva.
Magnífia desde todo prisma. De Lorenzo aborda un complicadísimo personaje desde la introspección y un trabajo de implicación interior absolutamente magistral. Su Eva es de una credibilidad pasmosa, en la que se destila una ternura y un mundo interior muy rico, que nuestra actriz refleja de una forma asombrosa en todas las facetas. No se sale ni un momento de situación en un trabajo de concentración realmente complicado y muy gratificante. La sensación de verdad es tan intensa que nos cuesta diferenciar que estamos ante un trabajo actoral, ya que la actriz se funde con el personaje con tanta convicción que nos llegamos a creer que Patricia de Lorenzo sea realmente así, obviamente se trata de una ilusión que deja muy clara la entidad como actriz de Patricia de Lorenzo, que es literalmente estratosférica. La creación que sirvió es uno de los trabajos actorales mas completos y con mas empaque que he visto en mucho tiempo, no me cabe la menor duda.



Vayamos ahora con la propuesta escénica.
La función viene firmada por Xesús Ros, responsable a su vez de la fabulosa dramataurgia, y sin ninguna duda acierta. Varias cosas son a destacar. El principio de la función, con cierto aire de performance, que de forma pretendida desconcierta al público, y que se va justificando de forma espectacular a medida que el espectáculo va avanzando, así como los medidísimos tiempos escénicos que sin prisa pero sin pausa nos van adentrado en la trama hasta vernos completamente subyugados por la misma. 
El estilo fuertemente naturalista que caracteriza a las interpretaciones es sin duda lo mas lógico y mas acertado dado lo que se cuenta en el espectáculo, poniendo especial acento en la ausencia total de afectación en los actores, y en la verdad que se rezuma de cada interpretación. Encontré la función muy refrescante y dotada de un novedoso estilo que me atrapó y sorprendió a partes iguales desde el principio, y siendo el resultado final de gran altura e interés teatral, y lo que es mas importante, realizada con un mimo exquisito y una entrañable ternura que justifica totalmente el porqué del espectáculo y lo que nos quiere contar.



En resumen, una propuesta absolutamente imprescindible, que sorprende dado su empaque teatral fuera de toda duda, la enorme calidad actoral de su elenco, y lo que tiene de novedoso el envoltorio del espectáculo, que no revelaré por razones obvias. Hay espectáculos que uno siente que son los que consiguen que las artes escénicas avancen, Eroski Paraíso lo es de forma rotunda y brillantísima.
Si os queréis reír, emocionar y pasar una velada acompañados de unos carismáticos personajes, sin duda Eroski Paraíso es vuestra función.

Como nota aclaratoria decir que las fotos no se corresponden en su totalidad al elenco que esta crítica ocupa, y que el espectáculo es bilingüe, representándose en gallego y castellano, y con subtitulos en castellano.




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